Moriviví habrá muerto pero vivido por Kamilah Mercedes Valentín Díaz

Un moriviví es algo real, no una palabra inventada. Es una planta con la que me familiaricé porque crece en mi islita del encanto. Al tocarla, cierra sus hojas, retrayéndose sobre sí misma para protegerse. También reacciona de la misma manera al anochecer. Como muchos boricuas, de niño jugaba con el moriviví, poniendo a prueba sus instintos. Me pregunto si alguna vez se cansó. Espero que alguien lo deje descansar.

Al igual que la moriviví, me encontraba encerrada en mí misma, retraída y sintiéndome insegura las 24 horas del día, los 7 días de la semana. Siempre estaba nerviosa y temía (entre muchas otras cosas) no volver a abrirme. Parecía imposible. Me consumía por completo. No empecé a abrirme por casualidad. Tenía a mi familia, a la que amo con todo mi corazón, y tengo muchísima suerte de que me amen. Tenía acceso a terapia. Tenía arte. Tenía salud física. Tenía a Puerto Rico. Creo que es posible morir en vida. Solo así puedo describir lo que viví. Morí. Viví. Morí, pero viví.

En esta colección bilingüe, Moriví: Haber muerto y vivido, quiero compartir con mis lectores mi vergüenza, mi dolor, mi corazón y mi esperanza. Quiero que se sientan apoyados y reconfortados. Quiero que sepan que está bien encerrarse, siempre y cuando recuerden intentar abrirse de nuevo.

Intentar otra vez.

Eso es todo lo que pido.

Los sentimientos también pueden mentirnos.